UNDIVORCIODECINE

Artículo escrito por Óscar Calvo en su sección "Consultorio Legal "

Revista FAMILIAS SIGLO XXI

Article "The will" writed by Oscar Calvo, magazine Families XXI Century

 

Óscar Calvo Abogados-LawyersÓscar Calvo Abogados-Lawyers

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UN DIVORCIO DE CINE

 

CONSULTORIO LEGAL

 

De las preguntas realizadas por nuestros lectores, hemos seleccionado aquéllas que suscitan un mayor interés.

La influencia del cine norteamericano en nuestras vidas es tan fuerte que, muchas veces, los ciudadanos que atraviesan una crisis matrimonial piensan que su divorcio se parecerá a lo que han visto en las películas o telefilmes, y que de una forma truculenta, todas sus miserias conyugales habrán de ventilarse en juicios largos, dolorosos y con público. Para bien o para mal (en mi opinión, para muy bien, de hecho) nuestras crisis matrimoniales se resuelven de una manera completamente diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en la ficción.

 

Nos va mal, muy mal. ¿Nos separamos o nos divorciamos? ¿Cuál es la diferencia?

 

Técnicamente una separación es una suspensión del contrato matrimonial, y un divorcio es una extinción de dicho contrato. Pero en lenguaje de la calle es mucho más fácil de aclarar: separarse es igual que divorciarse, en cuanto a ausencia de obligaciones entre cónyuges, con la diferencia de que el separado no puede volverse a casar. El divorciado, obviamente, sí.

 

Por lo tanto, ¿qué hacemos?, ¿qué nos aconseja?

 

 Si está muy enamorado de otra persona, si tiene claro que quiere unirse con otra persona rápidamente y con todas las bendiciones legales, es decir, si quiere casarse otra vez, divórciese.

 

Ahora bien, si el entusiasmo por el nuevo matrimonio sólo lo tiene uno (el otro o la otra y vd. no está tan entusiasmado), simplemente sepárese. Un separado, ni en un momento de debilidad o de chantaje emocional de su nueva pareja podrá casarse. Hay un impedimento legal. Sus “papeles” no están en regla, así que separarse es un magnífico modo de autoprotección para aquel que no tiene una certeza absoluta de que quiere volverse a casar con otra persona. En realidad, una sentencia de separación es como un salvoconducto frente a un nuevo matrimonio. Una sentencia de divorcio, es un perfecto pasaporte hacia otro matrimonio.

 

Hasta el año 2005, la separación era un requisito previo al divorcio. Primero debíamos separarnos, y un año después de obtener nuestra sentencia de separación, podíamos empezar con el proceso de divorcio. Desde el año 2005 las cosas han cambiado. Hoy separarse o divorciarse es una opción que escogen los miembros del matrimonio que se rompe. Y puesto que es una opción, deben sopesarlo y decidir entre los dos.

 

¿Mejor de mutuo acuerdo? ¿Mejor con el mismo abogado?

 

En nuestro derecho se dan todo tipo de facilidades a que las crisis matrimoniales se resuelvan de mutuo acuerdo. La ventaja de esta opción es muy directa: son los cónyuges los que delimitan los términos de su divorcio. Y además hay otra muy especial, que se suele omitir, pero que es muy real: los gastos de abogado son sólo la quinta parte de un divorcio o una separación en la que los cónyuges se enfrentan en los tribunales. Algún cliente malpensado me ha llegado a comentar que la diferencia en los honorarios de los abogados es tan grande, que cualquiera creerá que el más interesando en un divorcio contencioso, es el propio abogado. Lógicamente discrepo de ese punto de vista, puesto que el abogado siempre estará movido por obtener y hacer lo mejor para su cliente, pero los pensamientos son libres y también puedo entender que más de uno piense lo mismo que este cliente que he mencionado.

 

Para materializar ante los tribunales esa decisión de resolver la crisis matrimonial de mutuo acuerdo, los cónyuges pueden contratar cada uno a su abogado o contratar los dos al mismo abogado. En el derecho anglosajón esta última opción no es posible, y por ello estamos acostumbrados a ver en la tele o en el cine que cada uno tiene su abogado. Pero no nos olvidemos que vivimos en España, por lo tanto, y haciendo ese esfuerzo de eliminación de los estereotipos cinematográficos que ya hemos dicho, volvamos al planteamiento inicial:

 

1-Los dos con el mismo abogado. Es sin duda la solución más limpia, inteligente, rápida, indolora y barata. Los cónyuges, asesorados por un abogado en el que ambos confían, pactan los términos de su ruptura. El letrado dará forma legal al documento de acuerdo (el llamado Convenio Regulador), presentará la Demanda, y pocos meses después tendrán la Sentencia. No necesitarán ni tan siquiera que ver al juez. Los honorarios los pagarán a medias, y todo el mundo tan contento.      

2-Cada uno decide tener su propio abogado. En este caso prácticamente se repite todo lo anterior, pero con dos diferencias, y la segunda no necesariamente pequeña:

  a) Dos abogados son dos facturas, por lo que ya por de pronto, los costes son más elevados.  
  b) A veces el abogado de una parte tiene una visión del asunto totalmente diferente de la de su compañero, y puede ocurrir que donde los cónyuges no ven problemas, los encuentren los abogados. En otras ocasiones, el cliente de uno de los letrados intenta que éste introduzca en las negociaciones pretensiones que resultan excesivas o temerarias o insostenibles, con lo que se dificulta el entendimiento. 

 3-Cuando los cónyuges tienen totalmente confrontadas sus posiciones y no quieren llegar a acuerdos entre ellos o a través de sus abogados, en este supuesto el pleito habrá de ser necesariamente ante los tribunales.

Las razones de nuestra crisis son muy personales. ¿Por qué tiene que enterarse todo el mundo?

 

Otra vez nos toca acabar con el mito cinematográfico. Estamos acostumbrados a ver a las estrellas y famosos ventilando sus trapos sucios ante los tribunales (adulterios, maltrato psicológico, incompatibilidad de caracteres,…). Sin embargo en nuestro sistema legal, tenemos la enorme ventaja de que nada de todo ello es necesario. En España, para separarse o divorciarse no hay que invocar ninguna causa. Basta que uno de los dos quiera, para que necesariamente el proceso se ponga en marcha. De tal manera que en vez de asistir a truculentos y desagradables repasos de bajezas y miserias conyugales, los cónyuges en crisis no necesitan manifestar ni tan siquiera una razón para no continuar casados.

 

En mi experiencia, con frecuencia el cliente que viene a buscar mi consejo intenta, primero de todo, contarme una historia para justificar su decisión, y culpar al otro. Suelo interrumpir ese innecesario “strip-tease conyugal” para recordarle a ese cónyuge que sufre, que no hace falta insistir en el sufrimiento. Si la decisión está tomada, echemos a andar, y evitemos innecesarias referencias a momentos, hechos o circunstancias siempre dolorosos. La única información importante que el cliente ha de facilitar a su abogado tiene que ver con la situación familiar y patrimonial, y no con las miserias o debilidades de los cónyuges.

 

En definitiva, si ustedes han decidido poner fin a su relación, es completamente innecesario que “airee” sus miserias, pues nadie necesita conocerlas. Ni sus hijos, ni su abogado, ni el juez, ni sus amigos tienen por qué obtener información privada relevante, pues usted y/o su cónyuge verían menoscabado de forma innecesaria su buen nombre.

Ya estoy en el tribunal, ¿qué va a pasar ahora?

 

En demasiadas ocasiones, desgraciadamente, los cónyuges y/o sus abogados son incapaces de llegar a un acuerdo. Y en ese caso sí que hay que celebrar un juicio, para que un juez adopte decisiones que los anteriores no han sabido o querido alcanzar. Este juicio tampoco se parece a lo que existe en nuestro subconsciente fílmico. Olvídese, para empezar, de grandes salones panelados de madera, de altos techos o de enormes estrados en lo alto de los cuales tenemos a un juez imponente y dominante. Aquí, en nuestra querida España, lo que solemos tener es un muchísimo más modesto (“cutre” suelen decir muchos de mis clientes) escenario. En el acto del juicio, a nadie le interesará que usted intente contar lo malo que ha sido su cónyuge y lo mucho que ha sufrido. Lo que normalmente se dilucidará es con quién quedarán los niños, si estos son menores de edad, cómo se repartirá el patrimonio familiar, o a quién se le asignará el uso del domicilio conyugal. En realidad no son tantas las cosas que se pueden discutir en un juicio, casi todas ya están delimitadas por la ley y las sentencias suelen ser totalmente previsibles. Es decir, normalmente llegar a juicio en un tema de familia representa un profundo fracaso de los cónyuges y/o de sus abogados, por no haber sabido evitar tan traumática experiencia.

 

 

 

En conclusión: si su matrimonio ha llegado a una situación de crisis tal que ha de ser “roto”, conserve la calma suficiente para cerrar de modo civilizado con quien ha compartido su vida los términos finales de la relación; si el desencuentro, el dolor o el odio de alguno de los dos imposibilita tener esa conversación final, déjelo en manos de su abogado, para que lo haga por usted. Evite cuanto pueda el llegar a juicio. Pero si finalmente éste se celebra, recuerde que casi todo lo que se decida en dicho juicio podría haberse alcanzado de forma consensuada entre ustedes muchos meses antes y miles de euros más barato.

 

 

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